TSI accedió a los archivos exclusivos de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires para reflejar lo que se vivió en aquel entonces, con dramáticos relatos de la tragedia.

Por Hernando De Cillia | @hdecillia

Embarque de pasajeros en el puerto de Buenos Aires.
Embarque de pasajeros en el puerto de Buenos Aires.

La reunión familiar desencadenó en una increíble historia. La “Lela”, la abuela de los 89 juveniles años, comenzó un relato que contaba lo que pudo pasarle a sus familiares Algo que recordaba desde niña, donde la suerte o el destino marcaron para siempre su vida, como también la de tantas otras personas.

Sus padres llegaron a la Argentina a bordo del buque Principessa Mafalda, con tres hijas, la mayor de cuatro años y la más chica de ocho meses. Ema, la mamá de Elena (la Lela, la más chica de las cinco hermanas y el varón que conformaron la familia Faille) habían arribado a la Argentina en el mismo barco, que una vez retornado a Génova, emprendió el camino de regreso a Sudamérica, pero nunca logró concretar su arribo, que quedó truncado por la dramática catástrofe de su hundimiento.

El relato del Principessa Mafalda

Lela fue la menor de todas las mujeres, nació en Mar del Plata y guardó para siempre el relato del Principessa Mafalda, que tan vívidamente escuchó de su madre y nos contó esa noche. Salvador fue su papá, el que llegó desde Sicilia desde un pueblo de pescadores llamado La Scala. Ellos vivieron en Mar del Plata y Salvador trabajó toda su vida como pescador. Nunca regresaron a Italia. 

En el Puerto de Mar del Plata, luce en la actualidad, la imagen de la Santísima Virgen de la Scala, la protectora de todos los pescadores. La historia, sin dudas, generó curiosidad. Este 25 de octubre se cumplen 95 años de la catástrofe. ¿Entonces, qué fue lo que le pasó al Principessa Mafalda?

Archivos exclusivos: los testimonios

TSI accedió a los archivos exclusivos de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires para reflejar lo que se vivió en aquel entonces, con testimonios dramáticos de la tragedia e historias que se perdieron a través de los años y que vale la pena revivir, por su humanidad, instinto de supervivencia y solidaridad.

El 25 de octubre de 1927, en las costas de Bahía, pasadas las 19,15 horas fue el principio del final. El Principessa pidió socorro y cuatro buques se dirigieron a prestarle auxilio. Casi mil trescientos pasajeros habían salido el 11 de octubre desde Génova con destino al puerto de Buenos Aires. Se calcula que hubo más de 314 muertos. A las tres de la madrugada del día 26 se informaba que los vapores Formosa, Empire Star, Alhena, Baden, Rossetti habían trabajado en las maniobras de rescate y regresaban con los sobrevivientes.

Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)
Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)

El buque Mafalda fue el iniciador de la clase de lujo hacia el Río de la Plata en 1909. Era una Primera Clase que ocupaba toda la dependencia del puente superior. En 1920 en un viaje de Génova a Buenos Aires surgió una versión de su naufragio a la misma altura, a modo de premonición. Y en 1927 ya se hablaba del retraso en su llegada a Buenos Aires, porque en lugar de cargar carbón en Dakar, lo hizo en Las Palmas.

Fue muy conmovedor observar la página del Diario la Nación del día 25 de octubre de 1927 que destacaba el Movimiento Marítimo en el Puerto de Buenos Aires. En la lista de próximos arribos de Buques Postales a Entrar en la DÁRSENA NORTE figuraba el Principessa Mafalda, con registro de salida de Génova, el 11 de octubre. Se esperaba para el sábado 29, junto a CAP NORTE, desde Hamburgo, el Mendoza, desde Génova y el HARDWICKE, desde Liverpool. Pero el Mafalda lamentablemente nunca llegó.  

Las primeras declaraciones

Los técnicos alemanes fueron los primeros que intentaron dar una explicación a horas del naufragio. Jorge Dittner dijo: “La única hipótesis admisible es que el Mafalda fuera arrasado por la corriente hacia la costa y chocó contra una roca”. Berend Fedderson, Primer Oficial del Cap Arcona, se refirió a una roca puntiaguda como factor de la grave avería, ignoraba el número de víctimas, pero auguraba una mínima cantidad.     

«Lo que sucedió en el Principessa Mafalda fue obra de la fatalidad contra las fuerzas del destino»

Sr. Hashagen, comandante de la Nord-destscher Lloyd

El comandante del Arcona, el Sr. Rolin, negó que hubiera falta de protección de la tripulación a los pasajeros: “¡Eso es mentira! Conozco el valor y el heroísmo de la Marina Italiana”. Por su parte, el Sr. Hashagen, comandante de la Nord-destscher Lloyd, con numerosas condecoraciones en la Gran Guerra dijo: “Todos los seres humanos poseen el derecho de falibilidad. En la marina pretenden que todo sea infalible. El puesto de comandante es de una responsabilidad terrible. Lo que sucedió en el PM fue obra de la fatalidad contra las fuerzas del destino”.

Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)
Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)

Dennisson, comandante del Rossetti, contó cómo fue el rescate de las víctimas: “Lo primero que hice fue entregar a los sobrevivientes al Cónsul de Italia”. Luego relató los sucesos de esa noche: “Hacia las 19 interceptamos un mensaje del vapor británico, Rudby, que hacía referencia al Mafalda. A todo vapor nos dirigimos al lugar a dónde llegamos a las 21.40. En una noche muy oscura comenzaron las maniobras de rescate entre los gritos y la desesperación de los que se ahogaban”.

El capitán, a pesar de su larga actuación durante la guerra, dijo que nunca se sintió tan conmovido ni afectado como en la noche del naufragio. El buque permaneció hasta las ocho del otro día cuando ya no había señales de vida.

El estado del Mafalda

El 30 de octubre de 1927 la Navigazione Generale d’ Italia desmintió que el transatlántico estuviera mal equipado y que la tripulación fuera culpable de mala atención a los pasajeros.

“El PM estaba en perfectas condiciones para navegar y equipado con dispositivos salvavidas para todos los pasajeros y la tripulación. Fue debidamente inspeccionado por los funcionarios italianos antes de su partida. La conducta de la oficialidad y de la tripulación antes y después del siniestro, según los testimonios en general fue digna del mayor elogio”.

Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)
Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)

El heroísmo de una joven italiana

El Rossetti partió por la mañana hacia Pernambuco con los rescatados del naufragio. A la hora vieron un bote abandonado, con algunas pertenencias de mujer tiradas. A metros encontraron a una joven italiana de 29 años, llamada Rosa Zambrino, que continuaba nadando mientras hacía esfuerzos sobrehumanos para mantener a salvo a su bebé de dos años sobre el agua.

El heroísmo de Santoro y Bernardi.
El heroísmo de Santoro y Bernardi.

Santororo y Bernardi

El primero era cabo artillero, nacido el 4 de enero de 1897 en Las Conchas, Provincia de Buenos Aires. El segundo, conscripto de la Armada, clase 1906, oriundo de Entre Ríos. Se había alistado en la Base Naval de Puerto Belgrano en enero de 1927.  

Salvó a once personas en el naufragio. A horas del rescate todavía lucía las ropas llenas de sangre del pasajero que alcanzó a arrebatarle a un tiburón, que luego lo persiguió y no pudo alcanzarlo. Juan Santororo quedó con el reloj clavado a las 21.50, la hora en que se tiró al agua cuando ya no era posible mantenerse en el buque. Presentaba en las piernas mordeduras y rasguños.

Anacleto Bernardi pertenecía a la dotación de la Fragata Presidente Sarmiento. Gracias a su coraje y serenidad, organizaron junto a Santororo las tareas de salvataje. Bernardi pagó con su vida su heroísmo. Al amanecer, seis o siete horas después de la catástrofe se lo vio desfallecido, extenuado de fatiga, boyando con el auxilio precario de un salvavidas. La última noticia que dan de él, lo vieron desprenderse del salvavidas para entregarlo a un semejante.

Por el heroísmo del marinero Bernardi, hijo de inmigrantes italianos oriundos de Piamonte, cada 25 de octubre se celebra desde 2005 en la Argentina el Día del Conscripto Naval en su homenaje y recuerdo.

Los recelos de un náufrago argentino

El Sr. Rosas fue uno de los sobrevivientes que declaró que en el viaje se comentaba de las malas condiciones del Mafalda. Otro pasajero, el Sr. Zanni se enteró que los mecánicos habían arreglado algunas averías. Junto a un uruguayo que también se salvó, el Sr. Antonio Fontana, se pusieron de acuerdo para hacer una protesta colectiva que desertaron luego que otro pasajero, Camilo Rivarola, les contó que los que ya habían demostrado descontento por las condiciones del buque fueron castigados por la tripulación.

Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)
Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)

La primera clase

Las circunstancias de que hayan perecido la mayoría de los pasajeros de primera clase fue que al momento de detenerse el buque, varios bajaron al comedor. Con el objetivo de sentarse a comer, todos estaban convencidos que el accidente era reparable en pocas horas, y que en caso que hubiera peligro el barco podría mantenerse a flote. Se deduce que el pasaje de 1ª clase fue sorprendido cuando el Principessa estaba hundiéndose.  

La embajada italiana prestó ayuda a los sobrevivientes

El embajador de Italia por orden de las autoridades de su país, ofreció ayuda a los náufragos como a la mayoría de los pasajeros que viajaban en busca de trabajo. Pidieron que pudieran emplearlos rápidamente. Mussolini, desde Italia, ordenó que los náufragos fueran auxiliados.

Señalaban a la Sociedad Italiana de Patronato de los Inmigrantes como el primer refugio para encontrar un lugar dónde alojarlos. Allí se iban a recibir las ayudas de dinero.

El Capitán Simone Gulì

Simone Gulì era un viejo lobo de mar, un marino de larga experiencia. Con 44 años al servicio de la Navigazione Generale d’ Italia, su actuación comenzó en 1894 en buques de vela. Prestaba servicios entre Europa y América y antes de comandar el Mafalda cumplió idénticas funciones en el Duca Degli Abruzzi.

El capitán del vapor Mossella, que llegó al rescate de las víctimas, fotografió a la compañía del buque en Buenos Aires, que al capitán Gulì se lo divisó por última vez en su puente de mando cuando el Principessa se hundía.

El capitán, entre las víctimas de la tragedia.
El capitán, entre las víctimas de la tragedia.

El comisario Carlo Longobardi contó cómo fueron los últimos minutos del Mafalda: “A las 16.45 navegábamos a buen ritmo cuando se sintió un fuerte golpe. El navío se sacudió y nos dijeron: se partió la hélice dentro del buque. En ese momento íbamos a buena velocidad. Empezó a entrar agua en esa zona y se hicieron los trabajos correspondientes, ya que el agujero era grande. Pero ya era demasiado tarde”.

“A las 16.45 navegábamos a buen ritmo cuando se sintió un fuerte golpe. El navío se sacudió y nos dijeron: se partió la hélice dentro del buque»

Carlo Longobardi

El comandante Gulì daba órdenes con su megáfono en mano desde la borda. Tenía que agarrarse para no caer dado que la inclinación del barco era cada vez mayor. El agua había penetrado en la mayor parte de la popa, se acercaba el final.

Al referirse al capitán Gulì, los ojos se le llenaron de lágrimas: “Murió como un héroe. Dejó en los últimos momentos el megáfono y cuando el barco se hundía se sacó la gorra y con ella en la mano desapareció cumpliendo con orgullo su deber”.

Elogios al comandante Gulì y al telegrafista

“El capitán animaba a los pasajeros y vitoreaba a Italia. Todos coincidieron en destacar al radio telegrafista que hasta último momento permaneció encerrado en la cabina transmitiendo los angustiosos llamados de S.O.S”.

El capitán Gulì luchó heroicamente hasta conseguir imponer el orden. Gracias a su actitud el salvamento pudo efectuarse normalmente. Su valentía y pericia salvaron muchas vidas.      

Los Salvadores

 Archivo diario La Nación | Biblioteca Nacional de Buenos Aires (HDC)
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Tan conmovedor como actual, el siguiente texto publicado en el diario La Nación en octubre de 1927 es digno de ser replicado una vez más, 95 años después de la tragedia. Así se rendía homenaje a quiénes pusieron en riesgo sus vidas por el bien de los demás:

“Banderas británicas, banderas francesas, banderas holandesas. Que importa su patria si todas ellas pertenecen a una misma religión que es el amor por la condición humana.

Caen sobre la inmensidad oceánica las sombras de la noche. Con ellas recobra el mar su hondo misterio que acompaña la soledad de esa enorme llanura líquida.

Cruzanse de barco a barco los mensajes de los radio telegrafistas: Vapor Principessa Mafalda, tantos grados de latitud, tantos de longitud, nos hundimos.

Los compañeros en la gran y sólida fraternidad de los hombres de mar son los que abrazan los esfuerzos de hacer menos trágica la catástrofe. Y en el espectáculo que ofrece el caos los marinos despliegan su máxima generosidad. Una tradición tan antigua como la civilización misma.

Que inspira una actitud tan noble como la humanidad, esos que generan un sentimiento tan grande como el agradecimiento: realmente hay todavía quienes hagan de este mundo un lugar decente para vivir”

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